Javier calamaro

Javier calamaro

El regalo: la noche eterna

Volver a ser padre trajo consigo un pan bajo el brazo. El compositor Javier Calamaro presentó su nuevo disco “El regalo”. Una noche de sábado donde el Teatro Gran Rivadavia se floreó por la presencia de un show sin precedentes. La música hizo su magia. Porque de eso se trató toda la noche. Hacer eterno un momento único que, como aseguró el músico: “Nunca se termina”.

Los éxitos se hicieron presentes para poder homenajear cada instante. En la previa al día de la madre en Argentina hubo un recuerdo y dedicatoria especial. Nada puede ser mejor. Este minuto. “Este es el tiempo. Es el lugar”. Las lágrimas eran parte de cada rostro. Todos tienen una madre. Fueron concebidos. La tendrán presente o en el mundo etéreo. Nunca se van.

La lista continúa con un set acústico dónde se hizo presente: Virus, Sui Generis, Miguel Abuelo y Luis Alberto Spinetta. Ese fue el momento de aparición del primer invitado de la noche: Basilio Fernandez. Hizo vibrar las 12 cuerdas de su guitarra para coronar las canciones con un sonido angelical que envolvía a la banda sentada en el escenario. En línea. En la euforia de darle al público un rato de living. Dieron rock and roll.

El recordar seres queridos fue parte inerte de todo el recital. Se había asegurado que iba a tener intimidad, calidez y momentos únicos. Atahualpa Yupanqui hace 77 años compuso la zamba Piedra y Camino. La hermana de Javier al exiliarse en el último golpe de Estado en nuestro país, en el único que encontró una mano de cobijo fue en el folclorista. En agradecimiento sonó con una versión que erizó la piel de todos. Lejos del folclore. Una versión eléctrica con la luz justa para que el lugar se llene de ese perfume. De homenajes. Una noche inolvidable.

“Nosotros la estamos estirando desde que llegamos. No queremos que termine”. Nadie quería eso. De un género popular como el folclore, el tango se hizo presente. El cantante con un tecladista y whisky en la mano hizo sonar Desorientado. Una historia de vida de un hombre perdido. Un hombre que no lograba pegar una. Ni la fé de su creencia le servía de consuelo.

Cuando el público creía haber vivido casi todo el show. Llegó el momento. El músico dijo “Charly García se hace presente en este lugar de manera virtual”. Para los que alguna vez se fueron de Buenos Aires. Sonó Sweet home Buenos Aires. Una canción que describe la realidad de nuestro país. La voz del líder de Serú Girán salió en los parlantes. “Mr Charly García, fundió toda esta ciudad”. El músico respondió “Yo no fui”. Sonrieron todos por la versión pre-pandemia y la complicidad entre músicos para traernos más regalos.

El momento de gritar, cantar aplaudir y bailar se vivió cuando apareció el hit Quitapenas con la voz de Ulises Bueno en formato virtual. El público se la sabe de memoria. La siente tan propia que hasta los más chicos en la sala se pararon a bailar y cantar con sus amigos, familiares y con los que no se conocían.

¿Quién podría imaginar lo que es el kiosco de la felicidad?  Acaso, ¿habrá algo que pudiera hacerlos más felices? Si. Ir para adelante. Bajar la escalera del escenario. Cruzar esa frontera que genera la altura del metro veinte de madera donde está toda la banda. Meterse entre el público y darle a todos ese rato para encontrar en el camino de un show: El kiosco de la felicidad.

Los invitados no dejaron de llegar. Era el momento del bis. Mientras la gente aplaudía para que volvieran, el sacerdote rockero fue a demostrar su calidad musical. Era el Padre Cesar. Un pianista blusero y rockero. Campera de cuero, camisa negra, zapatillas desgastadas. El alzacuellos blanco. Gorra negra con una cruz rodeada de fuego. Un fuego que transmuta la música en vida. Un hermano que sana la vida de muchos por su arte musical.

“Mi banda favorita en todo el mundo es Pescado Rabioso ”, sentenció el protagonista de la noche. Fue así que para él debía estar con todos. Sus músicos, el padre Cesar, Basilio. Las guitarras se fusionaron, el bajo comenzó a hacer magia con la batería y los tecladistas formaron la armonía necesaria. Despiértate Nena. Era la ilusión de que Spinetta sobrevolara por un momento más entre todos. Y se hizo canción, otra vez.

¿Se puede eternizar un momento? Claro que sí. La música es eterna. El legado de una noche íntima que hizo navegar. Que tuvo el poder de que después de dos años sin shows presenciales reúna fanáticos. Otra vez. Acercarlos a la felicidad. Alejarse de esa oscuridad. Ser feliz.